La RAE ha anunciado la incorporación al diccionario académico de un puñado de nuevas definiciones relacionadas con los sorteos y juegos de azar. Estas incorporaciones (entre las que se encuentran nuevas definiciones para “alambre”, “tabla” o “capilla”) forman parte de un acuerdo de patrocinio entre Loterías y la RAE y se han presentado este miércoles en un acto en la Academia junto al presidente de Loterías y Apuestas del Estado bajo el eslogan “Porque, si no está en la RAE, no existe”.
Mañana conoceremos las novedades del léxico de la lotería que llegan al «DLE». En total son nueve las acepciones que incorpora #Loterías al diccionario de la #RAE.
Si quiere acudir al acto, apúntese gratis en cultura@rae.es. #LosArtilugiosDeLoteríasYaTienenNombre pic.twitter.com/7wNpTMZp1p
— RAE (@RAEinforma) December 10, 2019
Esta campaña, que quizá fuera bienintencionada en su concepción, es un desatino en términos lingüísticos y un tiro en el pie desde el punto de vista institucional, empezando por el lema que la acompaña. Que las palabras que no aparecen en el diccionario académico no existen es uno de los mitos lingüísticos más extendidos entre los hablantes. Muchos creen (erróneamente) que si una palabra no está recogida en el diccionario debe ser evitada o es menos válida que las que sí lo están. Pero esto no es así. Las palabras se recogen en los diccionarios porque los hablantes las usan, y no al revés. No hay nada que afear a palabras tan normales y válidas como “pifostio”, “ibuprofeno”, “sindiós”, “heteropatriarcado” o “pélvico”; palabras todas ellas que a día de hoy no están recogidas en el diccionario académico y que son perfectamente válidas y usadas con frecuencia. Merece la pena recordar una vez más las palabras del investigador del CSIC López Facal sobre la presunta autoridad de los diccionarios a la hora de dirimir si una palabra existe o no: “Si alguien va por el campo, ve una hierba, consulta un libro de botánica y no viene, no se le ocurre decir que esa hierba no existe, sino que esa hierba no está en su libro de botánica. Nadie puede decir a un hispanoparlante «esta palabra no existe». Se puede decir que no está en el diccionario… pero la culpa no la tengo yo por usar la palabra sino el diccionario por no reflejar bien el léxico”.
El eslogan escogido para la campaña fomenta la desinformación sobre la función de los diccionarios y alimenta los ya suficientemente extendidos mitos lingüísticos que los que trabajamos en lengua intentamos desmontar. Resulta, pues, incomprensible que la RAE lo utilice como reclamo publicitario, cuando además la propia Academia ha aclarado en numerosas ocasiones que la labor del diccionario es ser notaria del uso que hacen los hablantes.
Pero quizá lo más inquietante de esta campaña sea esta nueva vía de patrocinio abierta por la RAE por la que una entidad (en este caso, Loterías) tiene acceso a introducir determinadas palabras en el diccionario. La RAE recibe constantemente peticiones para enmendar, añadir y eliminar entradas del diccionario. Lo hemos visto con ‘lujo’, con ‘gitano’, con ‘gallego’, con ‘pan con pan es comida de tontos’, con ‘sexo débil’ o con ‘fácil’. La Academia suele responder a estas peticiones con un cierto escepticismo, lo que le ha granjeado fama de insensible. Pero la frialdad con la que la RAE suele responder estas campañas es (o era) síntoma de sensatez lexicográfica: puesto que la labor del diccionario es recoger el uso que los hablantes hacen de las palabras, las enmiendas no se pueden hacer por deseo o por presión, sino que deben ir motivadas por datos de uso que avalen el cambio que se propone hacer. El diccionario no recoge cómo nos gustaría que fuera el mundo, sino el uso real que los hablantes hacen de las palabras.
Por eso resulta tan sorprendente ver a la RAE anunciar a bombo y platillo que Loterías va “a incorporar palabras al diccionario”. ¿Desde cuándo incorporan palabras al diccionario entes ajenos a la Academia? ¿Quiere decir eso que la RAE modificará o añadirá acepciones según patrocine Iberdrola, Coca Cola o La Caixa? Y sobre todo, ¿cómo justificarán la (hasta ahora sensata) negativa a las futuras peticiones de otros grupos con menos dinero o influencia? La campaña abre la puerta a que el contenido del diccionario acabe sesgado a favor de quienes tienen dinero para patrocinarlo o influencia para presionar y siembra dudas sobre los criterios lexicográficos de la Academia. Dejarse llevar por los fuegos artificiales de la mercadotecnia empobrece el diccionario y daña tremendamente la credibilidad de la institución.
El desprestigio que supone esta campaña hace todavía más indignante la subvención de 15 millones que el Ministerio de Ciencia acordó conceder a la RAE hace apenas unos meses para impulsar el avance en tecnología lingüística. Ya resultaba un tanto incomprensible que un Ministerio de Ciencia con un ministro a la cabeza especialmente comprometido con la divulgación científica otorgase semejante cantidad de dinero público a una institución privada (y opaca) cuya labor tiene más de ideológica que de científica y cuyo funcionamiento interno recuerda más al de un club privado (al que sus máximos dirigentes acceden por invitación de otros socios sin tener que acreditar ningún conocimiento en Lingüística) que al de una institución investigadora con verdadera vocación de servicio público. A fin de cuentas, si, como prometía el acuerdo, el Ministerio quería fomentar la creación de recursos y tecnologías de la lengua, existen numerosos departamentos universitarios y centros públicos que llevan décadas trabajando en tecnología lingüística y que probablemente hubieran recibido esa subvención tan generosa como agua de mayo. El despropósito de esta campaña (con un eslogan que produciría sonrojo a un estudiante de 1º de Lingüística y que además vende el rigor lexicográfico al mejor postor) hace aún más cuestionable la subvención.
No son tiempos boyantes para casi nadie y es comprensible que desde la RAE intenten asegurar su supervivencia buscando patrocinios y acuerdos donde puedan. Pero lo que no es de recibo es que lo hagan a costa del rigor en la materia que se supone que les compete. Las cuatro perras que hayan podido sacar de Loterías probablemente no merezca el descrédito que supone para la institución esta campaña.
Desconozco los entremeses que dieron lugar a mayúscula subvención. Me pregunto si la frase «Porque si no está en la RAE, no existe» no haya sido un intento de ironía sin querer. En la serie de argumentos que se oponen al proceder de la RAE y Loterías faltan algunos detalles: ¿cómo es que la RAE es una institución opaca? ¿En qué se basa la declaración «cuya labor tiene más de ideológica que de científica» al referirse a la RAE? Me consta que la RAE no opera solo en España sino que tiene academias hermanas en cada país donde se habla el español.
Comencemos por deslindar a qué se refiere la autora con labor ideológica versus labor científica. ¿Podría fundamentar mejor esa crítica?
Hola! Respondo por partes:
– Sobre la opacidad: el proceso de nombramiento de académicos es tremendamente opaco. No se hace a través de ningún concurso de méritos u oposición (pero luego los nombramientos se publican en el BOE, si no me equivoco). La elección de académicos se hace por votación secreta del pleno de académicos y no se exige que los académicos tengan conocimiento alguno en Lingüística (en la Academia hay periodistas, novelistas, actores…, gente competente en lo suyo, pero nada de eso te habilita para saber cómo se hace un diccionario o cómo funciona la gramática, de igual manera que saber caminar no te hace saber de anatomía humana).
En la misma línea de falta de transparencia: Los recursos de la RAE que se pagan con dinero público, ¿no deberían ser públicos/reutilizables? Un ejemplo concreto: la RAE recibió hace unos meses 400.000 € de dinero público para la creación de un corpus anotado como parte del plan de fomento de tecnologías del lenguaje (un corpus es una colección muy grande de textos que los lingüistas usan para hacer observaciones y estudios y que en tecnología se usa como datos de entrenamiento para crear recursos tecnológicos). Ese corpus pagado con dinero público, ¿será luego abierto, público y reutilizable? ¿O lo va a explotar comercialmente la RAE (como ha hecho con la plataforma de pago Enclave RAE, que da acceso a parte de sus recursos)?
– Sobre la ideología: Algunos de los planteamientos de la RAE (y buena parte de las declaraciones de algunos de sus académicos) son directamente contrarios a lo que la Lingüística como ciencia plantea. Para los lingüistas, no existen lenguas mejores y peores, ni usos que están bien o mal. La Lingüística estudia el lenguaje humano y las lenguas, pero no hace proselitismo de una forma de hablar frente a otras ni promueve que se deba expandir o preferir una en concreto. La Lingüística describe y explica, pero no prescribe. La razón de ser de la RAE (defender el español de una supuesta «impureza» que la amenaza, evitar «el deterioro», promover el «buen uso», fomentar su expansión en el mundo y su unidad) se encuadra en realidad dentro de lo que en Lingüística se conoce como ideología lingüística, es decir, prejuicios sociales y actitudes que los hablantes o instituciones tienen sobre la lengua («esta forma es deseable, esta no») cuyo origen es político/social. Esas afirmaciones son preferencias ideológicas, no científicas.
Se entendia. Pero perfectamente concretado.
No sé si ya te lo habrá comentado alguien, pero quizá también cabría analizar en el artículo el logotipo de la campaña. Es curioso el empecinamiento en negar X, @, E como marcas neutralizadoras de género por cómo contrasta con el diseño chusco de ART?L?G?OS, que además es poco legible y no se fundamenta en la bendita tradición a la que siempre apela la Docta Casa.
Yo no veo problema en el logo. Han hecho la gracieta de usar los elementos de las nuevas acepciones añadidas (alambres y tolva, creo) para sustituir alguna vocal por su forma parecida. Creo que se lee bien y no tiene nada que ver con el genero neutro. Es puro marketing. Y aunque el logo me parece bien, la campaña me parece, como bien dice el articulo, un desprestigio para la Academia.
Excelente respuesta. Vas a tener que hacer una entrada sobre la opacidad y sesgo ideológico que tiene la RAE y el resto de las academias en América Latina.
No se puede hablar más claro. Me refiero tanto a tu artículo como a tu respuesta a Mario Chávez. (Soy uno de los miembros fundadores de tu club de fans).
Aguda y muy oportuna entrada. Sí, la RAE es un organismo opaco, como lo son el resto de las reales academias. Todas, por cierto, independientemente de si nacieron por iniciativa privada o no, fueron acogidas por la corona en algún momento de su historia (Felipe V, en el caso de la RAE). Luego se creó el Instituto de España, que sirve de paraguas para las 10 reales academias, entre otros fines. Este organismo les otorga entidad de públicas, lo que les permite recibir dotaciones de presupuestos generales del Estado (puedes ver las dotaciones de este año en https://www.europapress.es/ciencia/noticia-gobierno-preve-aumentar-92-presupuesto-csic-689-millones-20190114151236.html). Además, por supuesto, en el caso de la RAE, al menos, esta puede recibir ayudas y patrocinios de empresas y particulares. En fin, una tarta económica de grandes dimensiones que no tenemos ni idea de cómo se gastan. Lo que sí sabemos es cómo se las gastan con la instrumentalización del español para sus propios fines lucrativos.
Aguda y muy oportuna entrada. Sí, la RAE es un organismo opaco, como lo son el resto de las reales academias. Todas, por cierto, independientemente de si nacieron por iniciativa privada o no, fueron acogidas por la corona en algún momento de su historia (Felipe V, en el caso de la RAE). Luego se creó el Instituto de España, que sirve de paraguas para las 10 reales academias, entre otros fines. Este organismo les otorga entidad de públicas, lo que les permite recibir «dotaciones» de presupuestos generales del Estado (puedes ver las dotaciones de este año en https://www.europapress.es/ciencia/noticia-gobierno-preve-aumentar-92-presupuesto-csic-689-millones-20190114151236.html). Además, por supuesto, en el caso de la RAE al menos, esta puede recibir ayudas y patrocinios de empresas y particulares. En fin, una tarta económica de grandes dimensiones que no tenemos ni idea de cómo se gastan. Lo que sí sabemos es cómo se las gastan con la instrumentalización del español para sus propios fines lucrativos.
Me gusta el artículo por la contundencia y claridad.
Elena, lo que le criticas a la RAE es lo mismo que se te puede criticar a ti: decirle a otro lo que tiene que hacer.
¿Por qué la RAE tiene que ser lo que digan los lingüistas?
El lenguaje no es patrimonio de la RAE, por supuesto, pero tan poco lo es de los científicos ni estudiosos.
Piensa en la muletilla «en plan», ¿la incluimos en el diccionario con todos y cada uno de los usos y significados que le endosan los hablantes?
En el estudio del lenguaje, pueden convivir enfoques prescriptivos y descriptivos. No se es mejor lingüista, si se quiere más a nuestra lengua por criticar más a nuestra Academia.
No estoy de acuerdo contigo. La RAE sí describe, últimamente ha aceptado palabras como zasca o sieso. Además, no puede aceptar todo tipo de palabras porque recuerda que ni siquiera se usan allende los mares.
Por otro lado, sí hay dialectos, acentos o variantes que son superiores a otros desde el punto de vista político, económico, sociocultural, etc. Desde el punto de vista lingüístico hay unos que se alejan más del estándar que otros y el peor es el que más se aleja del estándar.
Yo creo que la RAE debe prescribir a través de recomendaciones de estilo porque somos muchos los hablantes que intentamos ceñirnos a un estándar, que es lo mejor para mantener la unidad y pureza lingüística (lo último en la medida de lo posible).
Y es muy bueno que acepten los cambios cuando ya se han asentado en el habla culta. Por ejemplo, «idos» soñaba muy raro hasta para las personas cultivadas, así que al final aceptaron «iros» porque se había extendido a todas las capas de la sociedad española.
guda y muy oportuna entrada. Sí, la RAE es un organismo opaco, como lo son el resto de las reales academias. Todas, por cierto, independientemente de si nacieron por iniciativa privada o no, fueron acogidas por la corona en algún momento de su historia (Felipe V, en el caso de la RAE). Luego se creó el Instituto de España, que sirve de paraguas para las 10 reales academias, entre otros fines. Este organismo les otorga entidad de públicas, lo que les permite recibir «dotaciones» de presupuestos generales del Estado (puedes ver las dotaciones de este año en https://www.europapress.es/ciencia/noticia-gobierno-preve-aumentar-92-presupuesto-csic-689-millones-20190114151236.html). Además, por supuesto, en el caso de la RAE al menos, esta puede recibir ayudas y patrocinios de empresas y particulares. En fin, una tarta económica de grandes dimensiones que no tenemos ni idea de cómo se gastan. Lo que sí sabemos es cómo se las gastan con la instrumentalización del español para sus propios fines lucrativos.
Hola, Elena.
Acabo de descubrir tu blog, con un retraso imperdonable, y no puedo estar más de acuerdo en lo que señalas.
Cuando La RAE dice que se limita a ser «notario de la lengua» cabría objetar que es un notario muy a menudo parcial, es decir, poco neutral y también poco sistemático.
Cuando salió la última edición en papel del Diccionario de la Lengua Española (DRAE) hice esta reseña en tres entregas para el boletín puntoycoma: https://ec.europa.eu/translation/spanish/magazine/es_magazine_en.htm
Ahí van los enlaces a los números por si quieres eharle un vistazo a la reseña:
Sobre el nuevo DRAE:
https://ec.europa.eu/translation/spanish/magazine/documents/pyc_140_es.pdf
https://ec.europa.eu/translation/spanish/magazine/documents/pyc_142_es.pdf
https://ec.europa.eu/translation/spanish/magazine/documents/pyc_143_es.pdf